Una de las cosas que, lamentablemente, no se explican en la escuela, son las finanzas personales y la economía doméstica. Por el lado de los ahorros somos conservadores y dejamos el dinero en depósitos muy poco rentables. Por el lado de la financiación tiramos de un préstamo personal o hipoteca para conseguir dinero sin tener claros los pros y contras de cada opción.
Todo este desconocimiento financiero hace que, si necesitamos financiar un gasto intermedio, no sepamos a qué fórmula acudir preferentemente.
En este post te explicamos la diferencia entre los prestamos personales y las hipotecas (o su ampliación) a la hora de endeudarnos para acometer una necesidad.
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Educación financiera
En mi web Finlit.es, explico que la educación financiera es la capacidad de una persona de a pie de entender cuáles son las propiedades del dinero, cómo funciona y las finanzas personales en una economía de mercado para garantizarse una calidad de vida presente, futura y plena.
Sin embargo, como hemos visto, en los institutos realmente no se enseña sobre finanzas personales, aunque se conozcan conceptos de economía.
Financiar la uni de un hijo
Para entender de qué estamos hablando, te cuento un ejemplo de un caso real que he conocido.
Hace poco, hablando con un matrimonio con un hijo que van a comenzar la universidad (privada) tenían su idea fija sobre cómo costear este importante desembolso.
Estando un poco apretados de liquidez, han decidido, a sus 50 años, y con una hipoteca de su piso ya en el tramo descendente, ampliar el capital prestado de su hipoteca para poder financiar, los cuatro años de la uni de su hijo.
¿Es esta decisión de ampliar hipoteca correcta? ¿No sería más interesante un préstamo personal? A continuación, vemos las diferencias entre estos dos tipos de financiación y cuál interesa más.
Ventajas de la financiación ajena
En la carrera de Ciencias Empresariales y Económicas (ahora ADE), hace ya unos cuantos años, nos explicaban que la financiación ajena es aquella que recurre al capital de un tercero para financiar sus gastos corrientes (del ejercicio), a medio o a largo plazo.
Pedir dinero a una entidad financiera de por sí no es malo. Para inversiones de cualquier tipo como la compra de vivienda, de un coche, una reforma en casa o la universidad de un hijo, de hecho, es la fórmula ideal.
Y lo es gracias al apalancamiento financiero de estos préstamos que se devuelven, poco a poco, para poder afrontar un gasto grande. Este apalancamiento posibilita repartir la deuda en varias cuotas mensuales con un coste asumible, para que podamos afrontar un desembolso que no seríamos capaces de ahorrar en años.
Y esto facilita la calidad de vida.
Gracias a los préstamos personales e hipotecas, podemos disponer de bienes y servicios (coches, vivienda, gastos imprescindibles) que sin financiación ajena no sería posible alcanzar.
Desembolsos de mediana cuantía
Cuando necesitas un dinero, la fórmula de financiación dependerá, sobre todo del montante a pedir. Desde luego, si estamos hablando de 150.000 euros para la compra de una vivienda, lo suyo es hipotecarse.
Pero cuando la cuantía es intermedia, por ejemplo 10.000 euros, sin duda el préstamo personal es la segunda mejor opción. La primera, evidentemente, sería tener esa suma ahorrada y no necesitarla.
Pero si no es tu caso, el préstamo personal es la fórmula adecuada. Y no la hipoteca.
Esto es así porque préstamos personales o hipotecas tienen una serie de ventajas, pero también inconvenientes.
Ventajas de los préstamos personales sobre las hipotecas
Los préstamos personales tienen las siguientes ventajas sobre las hipotecas:
Su tramitación es mucho más rápida
Conseguir un préstamo personal para sumas de hasta 10.000 euros, como en nuestro ejemplo es un trámite rápido.
Si tienes una nómina o ingresos recurrentes demostrables y no estás endeudado, las financieras (más que los bancos) dedicadas a los préstamos personales son muy ágiles.
Comenzarán por estudiar tu solvencia, harán un scoring de tu capacidad de afrontar la cuota y te darán una respuesta en un plazo muy corto.
En 48 horas tendrás su Sí y podrás disfrutar del dinero del préstamo en tu cuenta corriente.
Sin embargo, el proceso de búsqueda, elección y constitución de una hipoteca es terriblemente lento. Y lo es porque es un producto financiero en el que el banco prestamista establece una relación de confianza con el prestatario (tú) a largo plazo en la que busca garantías de todo tipo.
El papeleo es mínimo
En el préstamo personal el papeleo es poco. Se aportan pruebas de nuestros ingresos, estudian nuestro caso y se firma un contrato de préstamo sin mucha más formalidad.
En la hipoteca, la forma de asegurar la devolución del dinero prestado es la vivienda sobre la que se constituye la garantía hipotecaria.
Esta garantía comienza por la tasación de la vivienda para saber cuánto vale en el mercado y hasta qué umbral el banco puede «arriesgarse» contigo.
Luego se hace un estudio de la capacidad financiera del usuario, para saber qué ingresos recurrentes tiene y si tiene otras deudas que limiten esta capacidad.
En general los expertos dicen que no se debe tener un préstamo cuya cuota mensual supere el 30% de los ingresos netos de la unidad familiar.
Finalmente, hay que escriturar el préstamo hipotecario ante Notario e inscribir la carga financiera en el Registro de la Propiedad.
Como puedes imaginar, todos estos trámites iniciales llevan tiempo y cuestan bastante dinero.
Los gastos iniciales son menores
En el préstamo personal, ya no se cobran gastos de estudio de tu solvencia.
Es verdad que te pueden cobrar una comisión de apertura del préstamo. Pero esta comisión suele ser pequeña y afrontable frente a los gastos de constitución de hipoteca que incluirán la tasación de la vivienda, los honorarios de la Notaría, los gastos del Registro, la gestoría y demás vinculaciones.
Sin vinculaciones
Hablando de vinculaciones hipotecarias, otra ventaja de los créditos personales sobre las hipotecas es que no existen vinculaciones de ningún tipo.
Pides un préstamo y no tienes que contratar nada más.
Es más, en algunos casos podrás contratar un seguro de protección de pagos con tu préstamo. Este se encargará de cubrir las cuotas pendientes en caso de fallecimiento, accidente o invalidez del prestatario.
Su coste es ridículo, en nuestro ejemplo de 10.000 euros hablamos de unos 50 euros (se calcula como un % sobre la cuantía solicitada).
Las vinculaciones son todos esos productos adicionales que el banco te «encasqueta» cuando pides una hipoteca y que te garantizan un coste reducido del mismo. Hablamos de seguros de auto, de hogar, de vida, etc.
Por cierto, que el seguro de vida que se contrata con la hipoteca sirve para que el banco se asegure el cobro de la hipoteca, no para que la familia del fallecido reciba la suma asegurada. Es decir, es más una garantía para el banco que un beneficio directo para la familia del prestatario.
Los productos vinculados a la hipoteca son así. Nadie te obliga a contratarlos, pero si renuncias a uno o varios de ellos, el coste del préstamo se va encarecuendo considerablemente.
Cuotas constantes versus revisiones periódicas
Otra ventaja de los préstamos personales, por ser su duración menor en el tiempo que la de las hipotecas, es la forma en que se devuelven.
En los préstamos personales, la cuota a pagar más común suele ser fija y conocida desde el principio. Es decir, que desde el mes 1 y hasta el mes de finalización (suelen concederse hasta 5 años), pagarás siempre la misma cuantía. Es lo que se conoce como método de amortización francés o de cuotas constantes.
En la hipoteca variable, sin embargo, la cuota se revisa cada año con arreglo a la evolución del Euribor. Esto hace, como estamos viendo, que la cuota pueda experimentar subidas (o bajadas) bruscas en tiempos de incertidumbre.
Por tanto, la forma menos arriesgada de afrontar un préstamo de cualquier tipo (personal o hipotecario) es con cuota fija. Así sabremos lo que tenemos que descontar de nuestros ingresos mensuales para llegar a fin de mes. Y sin sustos.
Ampliación de hipoteca
En nuestro ejemplo de los padres que están pensando en ampliar su hipoteca, se debe recurrir a una ampliación del capital prestado mediante una novación hipotecaria.
La novación hipotecaria permitr disponer de más liquidez para afrontar un pago concreto (en nuestro ejemplo, la universidad del estudiante). Pero implica endeudarse a más largo plazo, de nuevo, y modificar las escrituras de constitución del préstamo original, inscribirla en el Registro y pagar una comisión al banco.
La comisión por novación de las condiciones hipotecarias puede rondar entre el 0 y el 1% de la suma novada. E implica subir la cuota mensual a pagar o alargar la duración del préstamo.
Si el motivo para el que se pide la ampliación es una reforma de la vivienda que incremente su valor de mercado puede tener sentido. Si te endeudas para pagarle los estudios a tus hijos, no estás dando más valor a tu casa.
Por tanto, se debe ampliar la hipoteca en circunstancias especiales.