Todas las crisis tienen un lado malo. El menos malo es que nos permiten hacer aprendizajes interesantes. Las crisis mundiales de 2008 y la que se avecina en 2020 tras el coronavirus nos enseñan la necesidad de repartir tu riqueza en distintas inversiones. En este post hablamos de las distintas posibilidades de inversión en la actualidad para disminuir tu exposición a un cambio de circunstancias drástico.
Tabla de contenidos
Las tres virtudes de toda inversión
En toda inversión hay tres variables interrelacionadas a tener en cuenta: liquidez, riesgo y rentabilidad.
- A mayor liquidez de una inversión (capacidad de recuperar mi dinero invertido con rapidez), menores su rentabilidad y su riesgo. Hablando de liquidez, por ejemplo, en los tiempos que corren, que alguien nos explique cómo vender una casa en Madrid, con la crisis de liquidez que se avecina. O en Barcelona.
- A mayor riesgo, mayor rentabilidad pero menor liquidez.
- A mayor rentabilidad, mayor riesgo y menor liquidez.
Por tanto, no hay una fórmula mágica de las inversiones que nos asegure una alta rentabilidad, con bajo riesgo y mucha liquidez. ¡Ojalá!
Pero sí, un aprendizaje sobre el riesgo: la mejor inversión es la que reparte su riesgo a modo de cesta de distintas inversiones, plazos, mercados, productos, etc.
Dicho de otra manera más coloquial: nunca pongas todos tus huevos en la misma cesta. Si se rompe la cesta, se rompen todos los huevos.
A la cesta de inversiones de una persona se le llama cartera de inversiones. Y al igual que los huevos, cuanto más repartido tu capital mejor.
Distintos perfiles de inversor
La segunda idea que quiero lanzar en este post es que todos tenemos un perfil de inversor distinto en función de nuestra aversión al riesgo. Y cambiante con la edad.
Así, los economistas hablan de tres perfiles de inversor, agresivo, moderado y conservador. Pero también podemos hablar de estrategias de inversión en el mismo sentido: estrategia agresiva, moderada y conservadora.
Perfil de inversor agresivo
Es una persona que prefiere asumir un mayor riesgo a cambio de una mayor rentabilidad esperada. Por ejemplo, invertir en acciones de empresas tecnológicas de Silicon Valley. Si la empresa sale adelante puede ganar mucha rentabilidad. Pero hay un riesgo alto de que la empresa fracase.
Este perfil de inversión puede ser interesante para una persona más joven, arriesgada o no, con una estrategia de inversión a largo plazo de una parte de sus ahorros.
Perfil de inversor conservador
Es el perfil contrario al agresivo. Valora ante todo la seguridad sobre la rentabilidad, incluso aunque esa rentabilidad sea cercana a cero. El principal problema de esta forma de ver el dinero es la inflación. Si la subida de precios supera la rentabilidad, al final del año tu patrimonio neto está disminuyendo.
Pero esta estrategia conservadora, al menos con rentabilidades que venzan a la inflación, puede ser buena a partir de los 55 a 60 años, cuando se debe preparar uno para la jubilación.
Perfil de inversor moderado
El inversor moderado es el que busca rentabilidades medias-altas, estando dispuesto a asumir un cierto riesgo.
Este tipo de perfil invierte en el mercado financiero, en carteras que combinan renta fija con renta variable en distintas proporciones (entre un 40 y un 55 de renta fija).
Una estrategia moderada puede ser buena en la última etapa de la vida profesional entre los 50 y los 60 años.
Perfil del inversor en cada etapa profesional
Asumamos que durante nuestra edad activa es cuando se deben tomar decisiones inteligentes de inversión para asegurarnos un porvenir desahogado a partir de los 60 años. Máxime teniendo en cuenta que a partir de ese momento tendremos una esperanza de vida de unos 20 años más que querremos disfrutar al máximo.
La tercera idea que me gustaría explicar es esta. Con independencia de nuestro perfil de inversión y aversión al riesgo, nuestra estrategia de inversión debería ir cambiando a medida que cumplimos años: de más agresiva a conservadora.
A los veinte años
En loa veintena, si tenemos la suerte de comenzar a trabajar, podríamos de entrada comenzar a desviar parte de nuestros ingresos a productos de renta variable como los fondos de inversión. Incluso aunque fueran de 60 a 100 euros mensuales.
Alternativamente, si se es algo más conservador, sería el momento para ahorrar con vistas a la compra de vivienda a unos 10 años vista. Esto exigiría productos fiscalmente interesantes como los planes individualizados de ahorro sistemáticos (PIAS) de las aseguradoras.
A los treinta y cuarenta años
Un poco más adelante, a partir de la treintena, si se tiene la suerte de vivir en pareja, sería el momento de juntar ingresos y apuntar a nuevas inversiones.
Los más agresivos invertirán su capacidad de ahorro en fondos de inversión. Los más moderados puede que se animen a por una segunda vivienda que poner en alquiler, siempre que la renta supere la cuota mensual. Y los conservadores posiblemente inviertan en planes de pensiones, que no son muy rentables pero tienen una tratamiento interesante en el IRPF anual.
A los cincuenta años
La clave está en llegar a los cincuenta con una cartera diversificada de pequeñas inversiones que generen ingresos y te permitan disminuir tu exposición a un despido laboral o un fracaso empresarial.
Si has jugado bien tus cartas, podrías vivir más modestamente pero con cierta tranquilidad, a pesar de que los hijos aún puedan ser dependientes o necesiten algunos años más para encontrar su propio camino profesional.
En estos años, se debería comenzar a ser más moderado en sus inversiones, aunque si se invirtió en segunda vivienda en la fase anterior, la hipoteca será bastante inferior a la renta del alquiler.
Proteger nuestro capital
Y lo más importante de todo este plan de inversiones sería acompañarlo del correcto aseguramiento. Sobre todo en la época que iría de los 35 a los 55 en la que se supone que nos hipotecaremos y tendremos niños a nuestro cargo.
La mejor forma de cubrirnos del riesgo de dejar de ingresar dinero con el que mantener un estilo de vida son los seguros. Así disponemos de:
- Y también de seguros de vida-riesgo, para el caso en que uno de los cónyuges aportantes de ingresos fallezca y el otro necesite seguir tirando del carro, solo.