El consumerismo es el movimiento social que busca defender los derechos de los consumidores, a través de las asociaciones de consumidores y sus antecesoras, re-equilibrando el lugar del consumidor frente al productor de bienes y servicios. Es decir, el consumerismo pretende conquistar la soberanía del consumidor en el mercado.
Tabla de contenidos
Orígenes de los consumidores organizados
Se dice que los consumidores nacen en el momento en el que se pasa de economías de subsistencia basadas en el autoabastecimiento (el hombre cultiva lo que come) a los mercados.
Es decir, los lugares a los que llevar mis excedentes, monetizarlos y conseguir a cambio aquellos productos en los que soy deficitario.
Sin embargo, la condición de consumidor como sujeto al que se le reconocen una serie de derechos por medio de organismos internacionales, constituciones y legislaciones de protección del consumidor es muy reciente. Data del siglo XX, especialmente la segunda mitad tras la reconstrucción de la II Guerra Mundial.
Desequilibrio en el mercado
El concepto de consumidor con unos derechos específicos y unos intereses no coincidentes (aunque no necesariamente opuestos) a los de la producción (los fabricantes) y la distribución (los que nos venden esos productos) surge como consecuencia de la segunda revolución industrial.
Estamos en la llamada “sociedad de consumo”, cuando, a pesar de la mejora de la calidad de vida y de las posibilidades que se le ofrecen a amplias capas sociales de acceder a múltiples bienes y servicios, se hace patente el nivel de subordinación de la demanda (los consumidores) frente a la oferta, en el mercado.
Al no poder el consumidor individual optar racionalmente y verse condicionado por la publicidad, está en manos de los fabricantes y distribuidores, la oferta.
El poder compensador de los consumidores
Algunos precursores del movimiento de los consumidores como las cooperativas de consumo (pej. la inglesa Rochdale Equitable Pioneers fundada en 1844), los movimientos de amas de casa y grupos de carácter familiarista, especialmente norteamericanos que trabajaban en los años 1920s en el mundo de la normalización y estándares de productos para el gobierno de ese país (Stuart Chase y F.J. Schlink, y posteriormente Arthur Kallet y Colston Warne, Fundador y Presidente de la Consumers Union norteamericana), se dieron cuenta de la importancia que para el buen funcionamiento del mercado, para la mejora de la calidad de los productos y servicios y la competitividad de las empresas tenían los consumidores organizados.
Los consumidores tenían que organizarse para defender colectivamente, con una sola voz, sus intereses y corregir las ineficiencias del mercado.
En una primera etapa, los distintos modelos asociativos adoptaron estructuras y mecanismos ad-hoc para defender los intereses de sus asociados.
Las cooperativas ofrecían servicios en condiciones ventajosas a sus socios-cooperativistas.
Las asociaciones familiares servicios en torno a los valores de la familia. Y los ingenieros norteamericanos se dedicaron a lo que sabían hacer para el gobierno de su país, pero con el fin de ayudar a los consumidores a comprar mejor: la realización y publicación de análisis comparativos de bienes de consumo y servicios.
Economía de oferta
Con la reindustrialización y crecimientos posteriores a la II Guerra Mundial, los mercados (años 50 y 60) comenzaron a llenarse de oferta que no era capaz de atender a la demanda pujante de bienes de consumo: coches, electrodomésticos, pisos, etc.
Los consumidores pagaban por adelantado y tenían que esperar a que se les “fabricara” su pedido. Se habla de economía de oferta: todo lo que se produce está vendido.
Economía de demanda
Sin embargo, pronto (años 70) la tendencia se invirtió y comenzó a haber stock de productos no vendidos, oferta excesiva y la fiebre publicitaria orientada a hacer destacar los atributos de mi producto frente a los de mi competencia.
El consumidor empieza a no disponer de información que le ayude a tomar una decisión acertada de compra, y la publicidad a confundirle.
Es ahí donde cobra sentido la realización de análisis comparativos de productos, y acciones colectivas en defensa de sus intereses, cuando la publicidad y las prácticas empresariales (monopolísticas en muchos casos) tienen subordinado al consumidor en beneficio del tándem productor-vendedor.
Consumismo
Finalmente, hoy estamos en una fase aguda de la economía de demanda, en la que no sólo no se vende todo lo que se produce, sino que además se consume por encima del nivel de necesidad.
El consumismo es uno de los males de nuestras sociedades “opulentas” occidentales, y el papel de las asociaciones de consumidores es seguir ayudando a tomar decisiones correctas y corregir las cada vez más crecientes ineficiencias en los mercados, incluidos los financieros.
Internet es el nuevo movimiento de los consumidores
Internet es un gran aliado de los consumidores y sus asociaciones y ayuda a conocer de primera mano, para un mismo producto o servicio, la experiencia de miles de usuarios, que la publicidad de las empresas no puede acallar.
Se dice por tanto, que los consumidores organizados se han constituido en un verdadero “poder compensador” de fabricantes y distribuidores en el mercado.
No obstante, uno de los peligros de la nueva era de sobreinformación es la dispersión de bulos y fake news.
Fuentes: Elaboración propia y Carlos Sánchez-Reyes (Presidente de la OCU) en el libro «Asociaciones de consumidores: así son, así opinan» (IDELCO, Madrid 2001)