Tener una alarma en casa no es ninguna tontería. Para muchos, las alarmas son un elemento disuasorio que ayuda a mantener a los ladrones alejados. Y para sus detractores, estos elementos de seguridad cuestan mucho y no sirven para nada. En este post nos dirigimos al primer grupo. Vamos a repasar algunos consejos antes de contratar alarmas para casa, entender cómo funcionan y saber qué hacer para que nunca nos fallen.
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Vivir en casa más horas
En 2020 hemos vivido situaciones nuevas, antes desconocidas, por culpa del coronavirus. Una de ellas ha sido la necesidad de asumir que tendríamos que pasar mucho tiempo encerrados, confinados, en casa. Esto ha significado para muchos pasar largas horas, todas las del día, con su propia familia. Incluso algunos han aprendido a comunicarse con su pareja o sus hijos por primera vez.
Pero lo que todos hemos hecho es pensar y repensar la función y valor de nuestras cosas, de nuestras estancias y de nuestra intimidad en familia. Por eso, muchos han recapacitado sobre el alto coste que puede tener que un intruso acceda a nuestra casa y remueva, toque o se lleve nuestras pertenencias. ¿Y la segunda residencia?
Segunda residencia
La segunda residencia es otro de los activos que más han echado de menos algunos afortunados (3,6 Millones de españoles según el Censo de Viviendas del INE).
En este caso, es más que posible que ese apartamento en la playa o la sierra que solo se usa en festivos y vacaciones haya estado muchos meses desocupado por el confinamiento.
Por ello, la idea de una alarma para la segunda residencia no es nada descabellada. Cuando sabemos que no podremos hacer acto de presencia con celeridad porque estamos lejos o no nos dejan salir de nuestra ciudad, al menos podemos alertar a la Policía para que se persone si la alarma detecta una intrusión.
Función de una alarma
Antes de entrar de lleno en el propósito de este post, conviene recordar cuál es la función de una alarma en tu hogar, para no llevarse a engaño ni crearse falsas expectativas.
Las alarmas de hogar son un elemento de seguridad pasiva. A diferencia de un vigilante de seguridad, que es un elemento de seguridad activo, la alarma de casa es seguridad pasiva.
Esto quiere decir que la alarma no puede evitar que te roben en casa o que se produzcan daños. Pero sí ayuda a disuadir de hacerlo porque puede alertar a la Policía para que se persone en tu casa y ponga orden o resuelva un incidente peligroso como un incendio.
Cómo evitar que la alarma falle
Una vez que tienes una alarma en casa, las compañías de alarmas te recomiendan que sigas algunos consejos de seguridad para no ponérselo fácil a los ladrones.
Y también que tomes una serie de cautelas para evitar que, dado el caso de una intrusión, la alarma no pueda cumplir su función. Veamos las 5 precauciones habituales.
Ten buena conectividad en casa
Un elemento de seguridad en casa que permite que la alarma funcione es tu línea telefónica (llamadas fijas, móviles y adsl) y la electricidad. Si alguno de estos fallara o fuera saboteado por los ladrones, la batería de la alarma sonaría para intentar ahuyentar a los intrusos.
Por tanto, es bueno asegurarse de que estas líneas funcionan bien y que no hay cortes en el servicio por causa nuestra (un impago de un recibo, por ejemplo).
Estate conectado siempre
Otra de las claves de cualquier instalación de seguridad en una casa es que siempre pueda haber comunicación entre la central receptora de alertas y el usuario.
La primera acción cuando una alarma suena es contactar al usuario para verificar si se ha debido a una prueba o error del usuario o no. Si los agentes de la central de alarmas no logran dar contigo porque estás dormido o tu teléfono desconectado, puedes estar en peligro si la intrusión es real. Y en el mejor de los casos, forzar a que, no pudiendo contactarte, la alarma llame a la Policía, tal vez para nada.
Por ello es bueno estar conectados siempre, ya que, instalando una alarma en casa asumes que tienes algunas obligaciones. Y una de ellas, además de ser cauteloso, es estar contactable siempre.
Controla el hardware
Tu alarma en casa funciona por la acción de dos elementos importantes: una serie de sensores instalados en el hogar en las zonas más vulnerables por las que pueden entrar los cacos.
Y, en segundo lugar, por la conexión de la alarma a una Central de Alarmas, que, una vez que salta la alerta, te avisa para confirmar si la cosa va en serio o ha sido un error, o si tiene que llamar a la Policía o servicios de emergencia.
Por tanto, si algún elemento de seguridad deja de funcionar (el sensor de infrarrojos no detecta el movimiento de personas) o lo hace incorrectamente una vez instalado, no dudes en hacérselo saber a la compañía de alarmas para que lo remedie.
Este mantenimiento del «hardware» de alarmas, es bueno para las dos partes: usuario y compañía.
No se lo pongas fácil
Como hemos visto, las alarmas son elementos de seguridad pasiva, y su función es la disuasión al ladrón de que no le compensa arriesgarse a ser detenido (si no alguna consecuencia más grave) en tu casa.
Por tanto, como aconsejan las empresas de seguridad y, por supuesto, la Policía, no des ni dejes pistas sobre si estás o no estás en casa. No facilites datos personales en redes sociales, etc.
Valora lo intangible
Por último, valora las cosas y servicios intangibles, por favor. En muchos casos, su valor reside precisamente en no tener que utilizarlos nunca, y en la tranquilidad que nos ofrecen.
Mucha gente se piensa dos veces renovar un seguro de hogar o una alarma por el hecho de que no se han utilizado en todo el año. Tienen la percepción automática del precio pagado «para nada». Y claro, concluyen que salen caros.
Pero no caen en la cuenta de que la mejor alarma para tu casa será aquella que nunca se tenga que utilizar, la que nunca suene. Y eso aunque al final del año hayas tenido que pagar por este servicio, y te entren ganas de no renovar al año siguiente.
Pero es que las alarmas de casa, como los seguros contra daños, son paradójicos. No apreciamos su valor hasta que, algún día, sufrimos un daño y podemos tirar de ellos.
Es decir, que los humanos tendemos a valorar las cosas tangibles, pero no los imponderables que no somos capaces de prever o anticipar. De hecho no somos capaces de valorar el coste de un suceso como un robo o un accidente si no estamos asegurados o si no tenemos contratada una alarma.
Y luego vienen los lamentos. ¡Ay, si hubiera hecho esto o aquello!